el nabo blanco es un alimento muy recomendable para la dieta de la mujer durante su periodo de embarazo gracias a su contenido en folatos. Ésta es una vitamina importante a la hora de certificar el correcto desarrollo del tubo neural del feto, sobre todo en las primeras semanas de gestación. Su deficiencia puede provocar en el futuro bebé enfermedades como la espina bífida o la anencefalia.
Los requerimientos de folatos son fundamentales en el desarrollo de los niños, de manera que incluir estas hortalizas en su alimentación habitual es una forma interesante de prevenir deficiencias.
Los nutricionistas lo recomiendan por su alto contenido de fibra que le confiere propiedades laxantes, y por tanto es un excelente regulador de la función intestinal, mejorando el estreñimiento, y previniendo problemas de cáncer de colon. Además este tubérculo contribuye a reducir las tasas de colesterol en sangre y al buen control de la glucemia en las personas que tienen diabetes. La fibra contribuye a reducir el riesgo de enfermedades relacionadas con el tracto gastrointestinal, entre ellas el cáncer de intestino grueso.
Los nabos debido a su alto contenido en compuestos de azufre son los causantes de producir flatulencias y dificultar la digestión. Por lo tanto, es aconsejable que las personas que presenten trastornos digestivos de este tipo moderen el consumo de estas raíces.
Por otro lado, al ser una raíz que contiene un elevado porcentaje en potasio y un bajo contenido en sodio, poseen una acción diurética que favorece la eliminación del exceso de líquidos del organismo. Son beneficiosos en caso de hipertensión, hiperuricemia y gota, cálculos renales (salvo de oxalato de calcio), retención de líquidos y oliguria. Con el aumento de la producción de orina se eliminan, además de líquidos, sustancias de desecho disueltas en ella como ácido úrico, urea, etc.
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